100.000 veces al día.

Cada día, 100.000 veces. Una vez inexorablemente seguida de otra, en iguales intervalos de tiempo. Imparable cada golpe. La mayoría idénticos, pero afortunadamente algunos diferentes.

El corazón te late 100.000 veces al día, todos los días de tu vida, hasta el último instante en que mueres. Cada latido es idéntico al anterior, y te pasan desapercibidos.

Sólo tomo constancia si ese ritmo constante se acelera. Cuando te encuentro en cualquier parte, sin haberte esperado, si me rozas y me provocas, si te beso cerrando los ojos, y todavía hoy me parece que cada beso es el primero, si me susurras, si huelo tu cuerpo, y oigo tu voz, y escucho tu alma, si me dices que me quieres.

Late más fuerte, más deprisa, más veces por minuto, y todo a mi alrededor me parece que va más rápido, se acelera el ritmo, se multiplica el ciclo.

Cuando eso me pasa, soy capaz de medir cuánto me importas.

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