Crónica de Madrid: Día 1.

El día ha empezado temprano.

Antes de las 7 ya cogía un taxi hacia Pozuelo. En mi habitual costumbre de charlar con el taxista, he tenido un agradable viaje de unos 20 minutos, con poco tráfico. He vuelto a comprobar que los taxistas madrileños tienen un estilo peculiar y común de conducción que transmite poco menos que inseguridad. Dudo si bautizarlo como pericia o temeridad.

El hotel (AC de 4 estrellas) es un edificio serio pero muy confortable de dos plantas situado en el mismo polígono que las oficinas de Microsoft, en el recinto llamado La Finca. Mi habitación está situada al final de la segunda planta, y tiene todos los lujos necesarios para asegurar una cómoda estancia.

Ante el duro día que me esperaba, he deshecho las maletas y he bajado a desayunar a la misma cafetería del hotel. Ni qué decir tiene que el bufet estaba a la altura de la categoría. Debido a la temprana hora he sido la única comensal, y debo confesar que la insistente observación del único camarero ha conseguido inquietarme.

Llego antes de lo previsto a las oficinas donde se imparte el curso. Los dos profesores (Rob, de Seattle y Miguel, de Madrid) ya están allí. Me presento. Me caen bien al instante, así que preveo que será un curso agradable e interesante.

Aunque el horario ha sido intenso (de 8.30 a 18.30 con un par de pausas para desayunar y comer, en la que Rob ha guitarreado en el Guitar Hero de una de las varias xbox que hay en el vestíbulo), lo he sobrellevado con bastante aplomo hasta el final. Después de la autoformación a la que estamos acostumbrados los informáticos, se agradece que alguien te explique las cosas con claridad y vale la pena aprovechar. Así como vale la pena aprovechar la oportunidad de ir con Rob y Miguel al concierto de Smashing Pumpkins, que actuan el festival Pepe World de Madrid mañana martes.

Después de clase, un buen capuccino en el Starbucks, con una grata compañía, me han dejado un buen sabor de boca, y no sólo ha sido el café. Más puntos positivos a mi visita.

Ya de vuelta en el hotel un poco de ejercicio: media horita de footing en el gimnasio. Me ha sentado de maravilla. Después de las llamadas telefónicas indispensables e imprescindibles (mis niñas, mis niños, mi mamá y mi jefe), me he puesto en modo de bajo consumo. Duchita, cena en la habitación y un rato de Internet y televisión.

Mañana, más.

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